Dios le bendiga, Mr. Vonnegut



1

Escuchadme:
Kurt Vonnegut ha muerto.

Ha muerto, sí. Y no de cualquier forma. Se ha ido a lo grande: Rodando escaleras abajo en su apartamento de Nueva York, como sólo podría haber hecho el mejor de sus personajes. Días antes de irse del planeta, estuvo muy cerca de ser devorado por las llamas como un papiro de Alejandría, pero eso es otra historia.


2


Bien.
Es posible que esté muerto, de acuerdo. Hace doce meses que no atiende ninguna llamada. Pero sus personajes no han muerto —esto se dice cada vez que un autor se muere o se retira o le conceden el sillón de cualquier academia, y, sin embargo, esta vez es completamente cierto—: Ahí están, miradlos. Billy Pilgrim, Wanda June, Kilgore Trout, Dwayne Hoover, Rabo Karabekian y los inefables Tralfamadorianos. Todos dispuestos en fila india, como en un desfile, resistiéndose a ser engullidos por el tiempo.

3

En sus propias palabras:

«Lo más importante que he aprendido en Tralfamadore es que cuando una persona muere, sólo muere aparentemente. Continúa estando muy viva en el pasado, y por lo tanto es muy estúpido que la gente llore en su funeral. Todos los momentos, el pasado, el presente y el futuro, siempre han existido y siempre existirán. Los tralfamadorianos pueden contemplar todos los momentos diferentes de la misma forma que usted, por ejemplo, puede observar cualquier trecho de las Montañas Rocosas. Se dan cuenta de la permanencia de todos los momentos, y pueden contemplar cualquiera de ellos que les interese. Aquí en la Tierra creemos que un momento sigue a otro, como los guisantes dentro de la vaina, y que cuando un momento pasa ya ha pasado para siempre, pero no es más que una ilusión.

»Cuando un tralfamadoriano ve un cadáver, todo lo que se le ocurre pensar es que la persona muerta se encuentra en malas condiciones en aquel momento particular; pero sabe que aquella misma persona puede encontrarse estupendamente en muchos otros momentos. Ahora, después de aquella experiencia junto a ellos, cuando oigo decir que alguien ha muerto, me encojo de hombros, simplemente, y digo lo que los tralfamadorianos dicen acerca de las personas muertas, esto es: “Así son las cosas”.»

Y así sucesivamente.

4

Así son las cosas, amigos. Podemos lamentarnos como simples mortales o podemos hacer lo que en Tralfamadore y revivir al hombre del bigote cuando nos venga en gana. Podemos actuar con inteligencia y retomar su obra desde cualquier punto, sentirlo en todo su esplendor a través de la increíble historia de guerra y saltos en el tiempo de Billy Pilgrim en «Matadero Cinco», por ejemplo. O de la autobiográfica «Payasadas», donde las agudas punzadas de su humor ácido y grotesco consiguen que hasta el corazón más duro se estremezca.

Resaltar sólo un puñado de obras de Kurt Vonnegut es tan injusto como observar que Tralfamadore es sólo fruto de su imaginación y, en realidad, está tan muerto como Shakespeare o Lord Byron. Por eso no voy a hacer ninguna de las dos cosas.

No.

Citar una retahíla de títulos, fechas y argumentos, encuentro que también sería un ejercicio estúpido y completamente estéril. No es el conocimiento enciclopédico lo que ha de acercar al lector al particular humanismo de Vonnegut, sino la necesidad de reflejarse en su espejo de cómico frustrado de vodevil, de pesimista ilustrado forofo de Mark Twain y Laurel y Hardy.

Y el espejo está ahí, esperando. Riéndose.

En Tralfamadore.

5

Esto será lo más parecido a un epitafio que escriba en toda mi vida.

Por petición expresa del autor, —al que llegué a conocer gracias a un insólito infundíbulo cronosinclástico que me transportó hasta Shenectady, Albany, en el año 1962—, he fusilado su estilo marca-de-la-casa sin ningún rubor. Dice que así tendrá algo más de gracia, aunque, desde luego, no será nada original.

Fundamentalmente, porque más de cien personas lo han hecho ya durante el último año: Reinterpretaciones, despedidas, tribunas, notas necrológicas, homenajes, elegías, obituarios, comentarios de texto universitarios… Y cosas por el estilo.

Pues bien, ahí queda eso.

Pa-ta-ta.